miércoles, 17 de diciembre de 2008

EL POTRO - en Noceda del Bierzo



Potro tiene varias acepciones o significados como, caballo menor de cuatro años y medio; aparato en el que atormentaban a los presos, y aparato de madera formado por cuatro o más palos gordos enhestados, unidos por travesaños, con un yugo en una de las caras en el que se sujetaba la vaca o el buey para ser herrado.
En Noceda se conservan tres ejemplares.
Bajo el yugo, hincado en el suelo, un poyete sobre el que se colocaba la pata delantera, doblada y atada.
Las patas traseras se colocaban sobre un palo transversal.
Dos de los palos largos transversales, de atrás a delante, llevaban unos ganchos a los que se enganchaban unas correas de cuero anchas y largas que se pasaban bajo la barriga del animal.
Uno de esos palos podía girar y con un tadonjo o palanca se giraba hasta que el animal quedaba suspendido para evitar movimientos bruscos o sacudidas de patas, patadas o coces, y de esta guisa poder herrarlos.
El potro más famoso se encontraba en la fragua del Furil, en el barrio de Vega, al lado de la fuente de la Fragua, donde Pepe el herrero, y antes su padre , cortaba unas chapas de hierro, las calentaba hasta casi fundirlas y con yunque y martillo las convertía en callos o herraduras que ellos mismos colocaban a vacas, bueyes,burros y caballos.
Las escenas allí vividas eran divertidas y como había animales que se ponían muy nerviosos y se movían muy violentos, el herrero o herrador con el martillo le daba unos mamporros y el animal se calmaba.
Estos mandobles iban acompañados de dedicatorias y jaculatorias a Dios, la Virgen y los santos todos, con los que el herrador tenía una confianza a prueba de cabreos y enfados, pues los nombraba con frecuencia, y así conseguía de ellos el poder y la gracia de amansar a las fieras.
El animal era atado al yugo con la cornal, sujetando la cornamenta para evitar calamonazos o cornadas.
Las correas o cinchas soportaban el cuerpo del animal en vilo.
Pata por pata era atada sobre el soporte o poyete y así dejaba las pezuñas a disposición del herrero.
Con un escópolo o una cuchilla en forma de azuela, limpiaba las pezuñas dejándolas reducidas y lisas para asentar los callos o herraduras, uno en cada uña.
Los callos y herraduras llevan unos agujeros y con unos clavos apropiados se adosaban a la uña clavándolos de dentro hacia fuera y se remataba la faena recortando la punta del clavo dándole unos martillazos para que no se desprendiera.
El callo era una chapa con una oreja que se doblaba sobre la uña.
La herradura era propia de las caballerías.
Algunos vecinos, manitas ellos, herraban ellos mismos a sus animales en los potros comunes.Para ello compraban callos y herraduras en la ferretería La Villareja en Bembibre.
En la actualidad podemos contemplar estos potros comunes ubicados , uno junto al puente de Vega, camino de San Justo; el de San Pedro en Chanos y el de Río junto a la fuente del Campín.No se utilizan por falta de actividad agrícola y ganadera y por mor del tractor.
Como son un vestigio que puede desaparecer cualquier día, se merecen estas rimas:

Cuatro postes verticales
en el suelo empotrados,
cuatro palos adosados
a los lados transversales.
Un larguero giratorio
regula el escenario,
el herrero solitario
completa el repertorio.
Con las cinchas enganchadas
y el poyete en la frontal,
solo falta el animal
al yugo atado a horcajadas.
Pende el animal del potro
fingiendo hacer teatro,
el herrero frunce el rostro,
parece un zaparrastro.
Muge el animal mugriento
estresado y sin aliento,
el herrero le da un tiento
y a la fragua da viento.
Encaja fuerte una pata
y con un cordel la ata.
Limpia y lija cada uña
y el martillo empuña.
El callo pone a prueba,
lo corrige y aprueba,
clava clavos uno a uno
y calzado va el vacuno.
Con tanto trato bestial
el herrero, lapidario,
maneja el vocabulario
con alcance celestial.
Con este rural manejo
nos regalan un consejo
"si quieres llegar a viejo
cuida bien tu aparejo".vvv.

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