Rubalcaba, Rubalcaba,
todo lo que comienza, acaba.
Al mejor fantasma
se le acaba la malababa.
Comenzó con el dedo
y culminó con el dedazo.
Ministro para todo
y candidato a Jefazo
para quedarse en Alfredo.
Su discurso es machacón,
su ingenio chulapón,
su verborrea sibilina
destila adrenalina.
No le achica el batacazo,
ni le frena el cambalache,
ordena el carpetazo
si con ello salva el bache.
Su curricullum es muy rico,
lo acrecienta con el pico,
sobrevuela al faisán
y se lava con perlán.
¡ Del 11-M, ni hablar !
mejorando al calamar
se dedica a driblar
y a volar el palomar.
El valor no se le niega,
acepta la refriega,
se inmola Rubaldedo
y se queda con Alfredo.
Por el sembrao vaga campero,
de zapatero lleva el sombrero,
ofrece quince minutos al obrero
a cambio del voto limosnero.
Se desdobla y multiplica,
acomete y replica,
sonrie a carrillo batiente
para al voto hincar el diente.
Dos veces dejó en bancarrota
las arcas del ciudadano,
si ahora le da la mano,
" más pierde quien le vota".
No escatima el paseillo
haciendo guiños de pillo,
ni se le despista Rajoy,
" el ganador no es él, yo soy ".
Puestos a podar,
podó hasta el chantón,
se ofreció a acodar
y se le secó el plantón.
Juega con las palabras,
revela abracadabras,
retuerce argumentos
y no tiene impedimentos.
El guru Rubaldedo
casi mete miedo,
señala con el dedo
y habla muy quedo.
No es de fiar el dedo,
si te lo mete en el ojo
lo ves todo rojo
y no captas su enredo.
Bravo por sus bravatas,
por los parados a millones,
por la crisis en alpargatas,
por el faisán con patatas,
por los indignados acampados,
por los soplones manejados
y por lo que esconde en los cajones.
Rubalcaba o Rubalcapo,
Rubalpoda o Rubalvino,
de su enredo me escapo
a buscar otro adivino.
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