Se barrunta la despedida,
Zapatero carga su mochila
con la cerviz hundida
de tanto dar la barrila.
Soberbia y obstinación
arrastraron su gestión,
persistió en su equivocación
a costa de la reconciliación.
Persiguió alianzas ilusas,
vomitó anatemas y excusas,
destapó refriegas pasadas
y hurgó en heridas laceradas.
En su empeño por no claudicar
se enfrentó a sus convicciones,
depuso principios y objecciones
con tal de no abdicar.
La crisis trató de soslayar,
capotazos no cejó de ensayar,
pero le acorraló la realidad
y su palmaria responsabilidad.
Ante el acoso inquisidor
de la izquierda utópica,
renunció a la retórica,
y el que fuera vividor,
tirando de la lógica,
motivó las razones
de sus ilógicas decisiones.
Cual moro derrotado
en su partida desdichada,
reconoció que equivocado
se quedó en la barricada.
Con los aplausos de su bancada
y el tronar del adversario,
abandonó el escenario
recelando la patada.vvv
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