Montañas de gistra y la genciana,
que adornadas de brezos y servales
prodigais remedios medicinales
recomendados por la sabia anciana.
Montañas que contemplais con desgana
los sueños de los débiles mortales
enredados en disputas vanales
manchando esta alfombra serrana.
Montañas que permaneceis calladas,
testigos mudos de nuestras vidas,
extended vuestras manos aladas
y calmad las trasnochadas heridas
que agitan las mentes delicadas
con la hiel de historias removidas.
Quien al final tomó la barca
conducida por el insobornable Caronte
ya pagó su pena a la Parca
que le sumergió en el Aqueronte.
Hogaño, nada nos suena extraño,
el progreso llegó a nuestros lares
con curiosos y audaces juglares
removiendo los rescoldos de antaño.
Las ciencias de la información,
los medios de comunicación
y los partidos en formación
nos comen el coco sin cocción.
Entre el progreso y la ciencia
se filtra la insana insolencia
que sacude la noble paciencia
de los que actuan con prudencia.
Mejor sería saber navegar
mirando al horizonte lejano
sin pretender en la lid doblegar
a quien parece adalid o villano.
Guarda tesoros la naturaleza
que nos ofrece con delicadeza
sin perder por ello belleza
la contundencia de su fortaleza.
Contemos nuestras cuitas con ardor,
demos a lo nuestro su valor,
no perdamos en ello el rigor
y volaremos con mayor vigor.
En conclusión:
"Las aguas de Fadierno
con las de la Silva van,
llegado el invierno
heladas se verán".
"Para nuestro consuelo,
lechuza o mochuelo,
al fin, todos a Revuelo".¡Ea!.
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