Amanece muy temprano,
está Julio avanzado,
es tiempo de siega a mano
para el mozo avezado.
Una cazuela de caldo
y un trago de aguardiente
hacen al chico valiente,
no necesita rescaldo.
Con calabaza y hocin
caminan los segadores,
les acompaña el mocin
con aires trovadores.
Ya llegan a los Quiñones,
el cendal dobla sus cañas,
tiemblan las espadañas
y protestan los riñones.
Segadores,¡ al ataque!
A ver quién tiene más saque!
Cada cual blande su hocín
y siega como un mochin.
A su manada hace llave,
para avanzar es la clave,
ya aparece una gavilla
por una y otra orilla.
Los segadores avivan el paso,
el tajo parece un espantajo
al que cortaran el pelo al raso
y le han trasquilado el refajo.
Pero no hay lugar para el relajo,
tienen que engavillar el manojo,
recorren sin resuello el rastrojo
como si trabajasen a destajo.
Las mujeres comparten las fatigas,
siegan y cantan antiguas cantigas,
las amas cocinan ricas viandas
que a los suyos llevan en volandas.
Los segadores posan en cuclillas,
dejan apalambradas las gavillas,
y entre trago y trago de vino
van dando cuenta del buen samartino.
No ha lugar para echar la siesta,
el sol de canícula amagosta,
hay que digerir bien la fullicada
para ganar la cena de empanada.
Los manojos atan con garañuela,
con cuatro de estos forman un carrillo
y para celebrarlo en corrillo,
a la calabaza tañen la vituela.
Para perfeccionar esta faena,
los carrillos emparejan en rima,
y si el tiempo amenaza, se arrima
en forma de torre y es... Morena.
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