martes, 21 de octubre de 2008

AÑORANZAS DE NOCEDA DEL BIERZO

AÑORANZAS
Antaño, hubo sementeras,
siegas, trillas y hacenderas,
concejo abierto en las Fontaninas
y juegos de naipes en las cantinas.

Magostos en la Montera
y viñas en el Castrín,
morenas en las Eras
y veceras por el Campín.

Bueyes y novillas en la Sierrap
pacían en arribancas y bancales
entre Pardamaza y Urdiales
hasta que la nieve cierra.

Al pie de la Fontanilla, la LLaviada y su fuente:
En invierno, vertía agua caliente
al abrevadero y las lavanderas,
en verano, saciaba la sed ardiente
de los que furrulaban en las Eras.
Juncos, pastizal, charcas,
albergaba gitanos y ranas.
los rapaces asaban las ancas
y los gitanos plantaban caravanas.
Escudriñaban regueros y aguales
la cigüeña y los chavales,
croaban las ranas verdiales
en los atardeceres otoñales.

A NUESTROS MINEROS

Mujeres y hombres entiznados,
más negros que el azabache,
en turnos día y noche,
regresaban a casa empapados.
Con un candil de carburo,
las galochas al hombro,
una pica y pan duro,
extraían de la mina escombro.
No había coche ni ducha,
solo polvo, grisú y agua fría.
la galería al fondo rugía
y un gemido fatal se escucha.
El temor se tornaba en susto,
de nuevo se volvía al tajo,
hasta que un día infausto,
un cuerpo la cuadrilla extrajo.
En aquellos años de crisis,
varios fueron los mineros
que dejaron su vida y aperos
o enfermaron de Silicosis.
La silicosis su vida condena,
bronquios infectos de asma
trenzan la pesada cadena
que la entraña vuelve miasma.
Vaya por ellos mi llanto,
que por no llorar canto.
Gracias por haber dado tanto
a cambio del vil quebranto.

Canteras a cielo abierto,
don maza, tesón y punteros
en la roca se hacían agujeros
y un barreno hacía el resto.
Los vecinos aportaban sus carros,
con las yuntas en caravanas
arrastraban pesadas peanas
por caminos llenos de guijarros.
En casa del socorrido vecino
celebraban su gesta rendidos,
recibían gestos agradecidos
agasajados con escabeche y vino.

La lechera de Noceda
pregonera de nuestras riquezas,
patera de tristes proezas
para ir de Feria o a Ponferrada.
No hacía ascos a nada,
cántaras de leche, terneros,
gorrinos, guajes, yugueros,
castañas y a veces, la cornada.

Herreros podía haber mil
pero ninguno como la fragua del “furil”
vacas y burros sometía al potro,
los calzaba y a por otro.

Carpinteros había por doquier,
puertas, alacenas, ventanas,
carros, vigas, peanas,
y hasta te hacía un neceser.

LOS FUYACOS

Leñadores con hacha y cordel
al monte subían en tropel,
en los robles marcaban su suerte
bajando fuyacos al corte.
Liaban un gran retrosón,
a empujones rodaban cabe la senda,
los carros chirriaban por el Corón,
mientras se comía la merienda.
Carros con ejes de madera,
tadonjos, bujes y pezonera,
rugían por las empinadas roderas
de la Fornia y la Montera.
En los corrales, los animales
rumiaban las hojas secas,
en los telares giraban las ruecas
mientras en los pajares, los chavales
jugaban a buscar nidos de pardales.

Techadores con espada al cinto
trenzaban con paja la techumbre
poniendo a salvo el recinto
de las aguas con la urdimbre.

Afiladores y estañadores
llegados de pallá de los Ancares,
reparaban cuchillos y calderos,
palanganas, potes y pucheros.

Trovadores con coplas de colores
encantaban a niños y mayores.
Mero era de los mejores
y tenía que dormir en los pajares.

El aceitero, con su carruaje
medieval tirado por un mulo,
con nevadas o estiaje,
surtía de aceite y pimienta al pueblo.

Al pie de la torre del campanario
los escolares jugábamos a diario
a la billa, bigarda y canicas
y resolvíamos nuestras trifulcas.

En la plaza de San Bartolo,
los mozos competían a los bolos.
por apuesta, una cañada de vino
y los más osados, cecina de caprino.

Jugábamos a la pelota en Chanos,
en las eras del Tornal majábamos
y en las eras de Llamillas,
partidos de fútbol y trillas.

Con los tuérganos de urces
caldeaban las alquitaras
para destilar la borra y cáscaras,
convirtiéndolas en aguardientes.

En la siega del pan con hocín
competían las cuadrillas y el mocín.
Una cabra le recortaban al pipiolo
y si se retrasaba, le hacían el bolo.
Con el hocín se segaba la mies, con espigas se hacía la llave, tres brazadas una gavilla, tres gavillas un manojo atado con venceja o con velorto.
Con los manojos se hacían Rimas y de éstas se formaban las morenas. Cuando la cosecha era grande se hacían medas en forma de peonza al revés.

En la era, los majadores madrugadores desmontaban medas y morenas, tendían los manojos para la parva y colocados por parejas enfrentadas, izaban los piértios a las espaldas. Batiéndolos al compás cual espuelas, golpeaban contundentes las espigas, separaban la paja con el engazo o la horquilla, formando balagares para la trilla.
Una yunta arrastrando el trillo
gira y gira en derredor,
tras las vacas patea el anillo
un niño estresado de sudor.

La guadaña se picaba en la bigornia, en el cachapo se guardaba la piedra de afilar con agua. Se afilaba con el filo hacia el sol, la luz mostraba las mellas, al segar saltaban centellas y los maraños distinguían al Segador.

Usábase el arado de vertedera
para ralbar la tierra barbechera,
y el arado romano o de madera
para bimar y la sementera.

El autor

A los madriles el jovenzuelo emigró,
su currículo por allí prolongó
y por fin el destino le agradeció
disfrutando del lugar donde nació.

Víctor Rodríguez González

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