martes, 21 de octubre de 2008

Coplas al abuelo VICTOR “Vitito”



Dotado de natural sabiduría y elegancia,
trabajador nato desde su infancia,
moldeó enseres y quehaceres
con su acrisolada sapiencia.

El nieto cinco años, él setenta.
se sientan en el escaño,
sus historias le cuenta
narrando peripecias de antaño.

Cocina de lumbre baja,
un horno de barro y paja,
el hollín impregna la chimenea
y una pregancia la estancia ojea.

El abuelo esbelto y pinturero
se calaba su sombrero,
con su estilo mejicano
parecíame un indiano.

De raza le viene al galgo.
bien joven, un día emigró
y sin pretenderlo logró,
parecer un hijodalgo.

Buscando plata por necesidad,
navegó a buenos aires
y allende los mares
ganó la libertad.

Se creyó libre de verdad
y en su linda mocedad,
su novia llevó la novedad
para alegrar su soledad.

Allí compraron un Cafetín,
reunieron unos cuartos
y con una potrina y los trastos
regresaron al pueblín.

La mili le reclamaba,
la guardia presionaba
y sin consultar con la almohada,
una noche se fue de madrugada.



Aquella noche alocada
le sirvió de coartada
y al llegar a la Coruña
pensó en la Chapacuña.

Se enroló de prisa,
superó la requisa,
partió sin rumbo
y llegó al nuevo mundo.

El destino era Cuba,
desembarcó en la habana,
y el azar le llevó a Santa Clara,
ciudad ilustre y preclara.

En un ignoto Ingenio
desarrolló su ingenio.
aves y ganado crió
y en el paraíso se sintió.

A su vera pronto acudió
la mujer a quien amó
y en aquel paraíso
tuvo lo que más quiso.

Dos hijos allí nacieron,
los dientes allí echaron
y cuando cuatro años tuvieron
a España regresaron.

Su esposa enferma de añoranza,
no soporta más tardanza.
de puros reviste su panza
y al barco, confiada se lanza.

La fatalidad se vengó,
la requisa le descubrió
y sin rechistar pagó
lo que con sudor consiguió.

Al pueblo añorado llegaron,
en él su familia criaron
y antes que la niñez pasara
la parca a su esposa llevara.



Con las autoridades bregó,
sus buenos cuartos entregó,
de la milicia se libró
y su futuro labró.

Trabajó como un manitas,
carpintero y labrador,
de inventos hacedor,
atendió siempre mis cuitas.

Aquel triciclo con ruedas
con el que tanto jugué,
desde cimalavilla, a penas
hasta las Fontaninas llegué.

Sobre el suelo helado
me deslizaba veloz
y al verme tumbado
oía presta su voz.

Dibujaba las madreñas
grandes y pequeñas,
diseñábalas a capricho
y a gusto de muchos.

El abedul era la base
cuando no el humero,
ahumábalas de un pase
pintándolas con tintero.

Con la disculpa de la siega,
cada año pasó la montaña
a visitar a una labriega
que le añoraba en La Omaña.

Para afilar la guadaña, decía:
Al afilar la guadaña
Se orienta al sol la hoja,
La piedra en el cachapo se moja

Y de esta guisa el filo no daña.
su arte culinario era proverbial,
tuérganos y urces en el fogón,
sobre las estrébedes el pote ancestral.

No tenía en estas lides parangón.
caldos y guisos sabrosos
aromatizaban el hogar
y acudíamos presurosos
sus delicias a probar.
De chavalín segaba en Praoleche,
se presentó octogenario el abuelo
ofreciéndome ponche y escabeche
y me retó a un ágil duelo.

Ufano, dijo sin voces:
los maraños parecen hoces,
más parece que roces
las hierbas dando coces.

Urdía remedios caseros,
llenaba de especias pucheros´
calentaba el vino en el jarro
y con miel aliviaba el catarro.

Eucalipto guardaba en esencia,
de lagarto un verde crema
que amansaba el reuma.
precursor de avanzada ciencia.

En el huerto del Rincón
cuidaba unas colmenas,
las abejas de néctar llenas
zumbaban con su aguijón.

Apicultor ilustrado,
con su atuendo tocado
y su antifaz de alambre
manejaba audaz el enjambre.

Con el fuelle las adormecía,
celdas, abejas, panales,
chorreando miel a raudales,
colonia y reina mecía.

El polen de la miel separaba,
la colmena cuidadoso cataba
y en vasijas de cobre dorado
depositaba el manjar atesorado.

Portando aquel aparejo
con su consejo de viejo
me mostró aquel injerto
presumiendo de experto.

El abuelo a sus nietos acogió,
por ellos con paciencia veló,
sus proyectos alentó
y a su reclamo nunca faltó.


En ciernes de los noventa
se sintió anciano sin cuenta,
a sus hijos reunió en concilio
y sin pedir diezmos ni renta
con su nieto se fue al exilio.

En el ocaso de su existencia
convivió en la residencia
en los pagos del henares
recitando sus cuitas y avatares.

No pudo soportar la ausencia
de su tierra y familiares.
siguió los ritmos de su conciencia
y regresó para siempre a sus lares.

¡ Adiós, abuelo del alma ,
que hayas alcanzado la calma!
aunque te hayas ido sin más,
no te olvidaré jamás.





Con estas rimas sin par, no ha pretendido emular al legendario juglar.
Ha tratado de aportar su granito de arena al acervo cultural y consuetudinario del pueblo donde nació.

Víctor Rodríguez González

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